Tres calles Hay en Trieste una calle donde me reflejo en los largos días de cerrada tristeza: se llama calle del Lazareto Viejo. Entre casas como hospicios antiguos e iguales, tiene una sola nota de alegría: el mar al fondo de sus laterales. Perfumada de especias y de brea en los almacenes desolados de enfrente, comercia redes, cabos para las naves; una tienda tiene como insignia una bandera; adentro, de espaldas al transeúnte, que raramente les digna una mirada, con los rostros exangües e inclinados sobre los colores de todas las naciones, las trabajadoras pagan la pena de la vida: inocentes prisioneras cosen tétricas las alegres banderas. En Trieste, donde hay tristezas muchas, y bellezas de cielo y de barrio, existe una subida que se llama calle del Monte. Comienza con una sinagoga y termina en un claustro; a mitad de la calle hay una capilla; luego, el negro arrebato de la vida descubrir puedes desde un prado, y el mar con las naves y el promontorio, y la ...